Desde que llegué a vivir a Armenia (Quindío) en 2010 y en mis posteriores mudanzas, me ha causado curiosidad el hecho de que noviembre es el mes más negado de todo el año.
Llega octubre y la gente está pensando en brujas, Halloween, disfraces y dulces. En una conocida emisora colombiana de radio, suena este jingle como si diciembre estuviera a la vuelta de la esquina cada mes del segundo semestre.
¿Dónde queda noviembre entonces?
Parece que solamente en Colombia ignoramos a noviembre por conveniencia hasta que nos recuerdan que hay 2 puentes festivos seguidos, uno de cuenta del día de todos los santos (gracias, católicos) y otro de la independencia de Cartagena (que da pie al consabido reinado).
Para los mexicanos, el mes 11 del calendario gregoriano tradicionalmente es el mes de los muertitos o de las almas que han pasado a Xibalbá, el mundo de la oscuridad maya.
Para EEUU, noviembre es el mes del día de acción de gracias (esto me parece poderoso, igual que esta técnica) y del Black Friday que tanto se han empeñado en importar a lo largo y ancho de nuestra región latinoamericana para ver si las cuentas encajan a fin de año.
Y entre otra tanda de particularidades, noviembre sigue pagando los platos rotos en Colombia como el mes en que las mamás arman la navidad «porque diciembre dura muy poquito» y otros tantos solamente miramos cómo las ciudades se van llenando de mercancía, niños que salen a vacaciones de los colegios de calendario A y salidas de puente para los agotados trabajadores que buscan un respiro en pueblos (a veces, no tan próximos).
Para mí, noviembre será un mes en el que importaré el otoño de los países del hemisferio norte, porque hace suficiente frío y llueve lo necesario como para equiparar la estación en un país tropical. Lo que sí me va a hacer falta es el cambio de color en las hojas. Algún día llegará para verlas caer, como los prejuicios contra este mes. ¡Feliz noviembre!